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Profecía (Parte 2)

La profecía quiere decir una predicción del futuro, y esto es realizado por un profeta ungido de Dios o por una persona que es usada por el Espíritu Santo en una ocasión oportuna.

Profecía (Parte 2)

La profecía quiere decir una predicción del futuro, y esto es realizado por un profeta ungido de Dios o por una persona que es usada por el Espíritu Santo en una ocasión oportuna. La profecía jamás va en contra de la Biblia, pues el que habla por la Biblia lo hace, también, a través de sus siervos mediante el don de profecía. Quien dice ser profeta ungido o que ha recibido este don nunca podrá hacer una predicación que esté en desacuerdo con la Biblia. Por otro lado, aquel que profetiza lo hace en beneficio del cuerpo de la Iglesia del Señor Jesucristo, para edificarla, exhortarla y consolarla. Éstos son los objetivos primordiales de la profecía (1 Corintios 14:3).

El profeta o aquel que profetiza (porque no todos los que profetizan son profetas, ni todos los que son profetas viven profetizando) nunca jamás pronunciará alguna palabra profética directamente a alguna persona, pues sólo encontramos una vez que hubo profecía personal en el Nuevo Testamento (Hechos 21:11), pero no es un ejemplo para generalizar.

Hasta aquí hemos procurado hablar sobre profecía en su sentido más estricto, que es el bíblico, pues, si lo hiciéramos en un sentido general tendríamos que acordar lo que no es; para predecir algún acontecimiento no es necesario ser profeta o alguien inspirado por Dios, ya que a través de estudios y observaciones podríamos sacar conclusiones de futuro con un margen de error mínimo. Éste es el caso de las previsiones meteorológicas, económicas, etc.

Naturalmente, el profeta, en sentido bíblico, es mucho más que un individuo que predice el futuro. Es un hombre espiritualmente dotado para ejercer el don de enseñanza y cuando profetiza el futuro lo hace inspirado por el Espíritu Santo.

El caso del profeta Agabo, que dio a entender por el Espíritu que habría gran hambre en el mundo (Hechos 11:28), por lo que se revela el profundo deseo de Dios de exhortar a su pueblo respecto al futuro. El propio libro de Apocalipsis es una perfecta profecía con el objeto de preparar al pueblo de Dios edificándolo, exhortándolo y consolándolo para los acontecimientos que han de venir antes y después de la Segunda Venida de Cristo.

Otro aspecto de la profecía es el hecho de que cualquier persona que anuncia el Evangelio del Señor Jesucristo está profetizando, porque está afirmando que el Señor Jesús cura toda enfermedad, libera a los oprimidos por el diablo, prospera, salva, etc., etc. Todo esto acontecerá en la vida de todos los que creen en esta palabra profética que es la Palabra de Dios.

Para finalizar el estudio de este don, vamos a dar algunos consejos útiles para que los cristianos puedan reconocer si las profecías, que cada día aumentan, son de Dios o del diablo:

– 1) La primera actitud que debe tomar el oyente de la profecía es verificar si está de acuerdo con la Biblia, si sirve para edificación, exhortación y consolación para la Iglesia.

– 2) Ver si la profecía es para un grupo de personas o, en cambio, es para una persona en particular. Si es este último el caso, la profecía es totalmente falsa.

– 3) Después de las observaciones, esperar si se cumple o no. Si se cumple es de Dios, si no se cumple es falsa y demoníaca.

– 4) Un examen más cercano al respecto de la vida del profeta o mensajero ayudará a aceptar sus profecías. Escrito está:

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15-20).

Si aún no ha leído la primera parte, ingrese al siguiente link: Profecía (Parte 1)

Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)

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