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Profecía (Parte 1)

Éste es el don más desconocido por la mayoría del pueblo evangélico, especialmente aquellos que más procuran ejercerlo en sus ministerios, como son los pentecostales.

Profecía (Parte 1)

Éste es el don más desconocido por la mayoría del pueblo evangélico, especialmente aquellos que más procuran ejercerlo en sus ministerios, como son los pentecostales.

Realmente la falta de conocimiento sobre este asunto ha sido tan grande que miles y miles de personas han sido destruidas no solamente espiritual, sino también físicamente, por las palabras proferidas por falsos profetas o profetisas.

Yo creo que este ministerio es ejercido más por mujeres, por el simple hecho de que son ellas más receptivas, dóciles y sensibles. Por eso son engañadas con mayor facilidad. Como ejemplo de ello, tenemos a Eva, que dio oído a la serpiente; a Sara, que llevó a Abram a cohabitar con la esclava; a Dalila, que cortó los cabellos de Sansón y sacó su fuerza. Creo que la falta de oportunidades ministeriales en la Iglesia y la falta de clara instrucción al respecto hacen que las personas sean presas fáciles de los espíritus inmundos y engañadores. Debo aclarar que este ministerio no es exclusivamente del hombre, pues el dueño del don es el Espíritu Santo. Él usa a las personas que más le convengan y según su voluntad.

El ministerio de la profecía fue muy usado antes, en la constitución del pueblo de Israel como nación. En aquella oportunidad Dios se manifestaba al pueblo exclusivamente a través de sus profetas, que eran ungidos para esta finalidad, como vemos en Hebreos 1:12: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…”

En aquella época era muy natural consultar a los profetas para saber cuál era el plan o la voluntad de Dios para determinadas cosas. Los reyes de Israel acostumbraban consultar a los profetas de la época si deberían entrar o no en guerra contra determinadas naciones (véase como ejemplo 2 Crónicas 18:14).

Antiguamente era necesario consultar a los profetas, pues no había Palabra de Dios completa ni tampoco el Espíritu Santo para guiarlos a toda verdad (Juan 16:13). Pero hoy, en la dispensación de la gracia de Dios, nadie precisa seguir buscando más revelación especial directa de Dios a través de un profeta, puesto que el propio Espíritu de Verdad, que el Señor Jesús nos prometió, ya nos la envió para que no quedásemos perdidos en la grandeza de su Palabra y tuviésemos la luz de su Espíritu para la dirección de nuestras vidas.

Conozco a un hombre que, durante muchos años, se quedó sentado en un banco de la iglesia oyendo las más bellas predicaciones, esperando el día en que algún pastor le profetizara lo que debía hacer. Y, como ese día parecía que no llegaba, procuró en reuniones “cerradas” de oración que le llegara alguna profecía particular. Durante muchos años vivió así, al margen de la voluntad de Dios, pues no quería aceptar las profecías ya escritas en las Sagradas Escrituras.

También muchos jóvenes recién convertidos, con ganas de encontrarse con las profecías de alguien con este don, terminan por desistir de hacer la voluntad de Dios, porque creen que Él no está muy interesado en usarlos. Otras veces, el diablo pone un gran desánimo en el candidato para hacer la obra de Dios, debido a la dificultad de saber “lo que Dios desea de él”, cuando esto lo tiene expresado muy claro en la propia Biblia.

Aquellos que están buscando “revelaciones personales” por el ministerio en cuestión continuarán desalentados, porque el cristiano “vive por fe” (Gálatas 3:11).

La Palabra de Dios es una profecía viva para todos los que la aceptan por fe y aspiran a hacer la voluntad de Dios poniéndola en práctica. ¡Porque fe es acción! (ver Santiago 2:14-26).

No le sirve de nada a la persona estar consagrándose con oraciones, ayunos y lectura de la Biblia, si no pone en práctica la Palabra de Dios. El propio Señor Jesús nos amonesta en cuanto a poner en práctica su Palabra en Mateo 7:24-27.

Yo creo, de todo corazón, que, si Él quisiera que anduviésemos en base a las “profecías particulares”, entonces su Palabra dejaría de tener valor y no precisaría existir. ¡Esto sí que es totalmente absurdo! También es absurdo que vivamos de “profecías de hermanas más consagradas”.

En este momento viene a mi mente que, en cierta iglesia, había una señora que siempre se consagraba con ayunos y oraciones. Cuando en las reuniones de oración su pastor le permitía orar o dirigir la reunión, sus oraciones eran más “ardientes” que la de los demás y, siempre, después de mucho tiempo de oración y tras algunas palabras extrañas, emitía sus “profecías”. ¡Era una mujer muy respetada entre aquella congregación!

Pero un día se descubrió que aquella “profetisa” era la amante de un incrédulo. Imagine cuántas personas, que prestaron atención a sus oráculos, fueron engañadas por el espíritu inmundo que, por así decirlo, dirigía esa congregación.

Es muy interesante como, normalmente, la persona quiere ver para creer lo que se dice respecto a la Palabra de Dios, mientras que acata cualquier profecía dada por cartománticos, quirománticos, “profetisas evangélicas”, horóscopos, buzios, etc. sin saber que éste es el ministerio preferido por satanás, pues no son pocas las personas que están internadas en manicomios y sanatorios a causa de los pronosticadores del diablo.

Tal vez el lector piense que estamos totalmente en contra de la profecía o de ese don, pero eso no es verdad, pues ¿quiénes somos nosotros para juzgar la Palabra de Dios? Lo que sucede es que la profecía o el don de profecía existe, pero conforme con la propia Biblia y bajo una disciplina celestial, como todas las cosas de Dios.

Continuara…

Mensaje substraído de: En Los Pasos de Jesús (autor: Obispo Edir Macedo)

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