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Los dos tipos de fe (Parte 4)

Los dos tipos de fe (Parte 4) sobrenatural

La Biblia está llena de extraordinarios milagros que reflejan el inmenso poder de la fe sobrenatural. El caso de Josué, por ejemplo, es uno de los más notables. Por su coraje y bravura, por causa de su fe sobrenatural, provocó el milagro deseado.

Es importante notar que fue Josué quien provocó el milagro.

Es claro que el Espíritu Santo fue quien colocó en su corazón aquel deseo de orar y determinar que su deseo sea realidad. Fue Josué quien osó hablar al Señor en la presencia de los israelitas que el sol se detuviese exactamente en el mismo lugar donde él luchaba contra cinco reyes amorreos:

“Y el sol se detuvo, y la luna se paró, (…) en que el Señor haya obedecido a la voz de un hombre…” (Josué 10:13-14).

La fe sobrenatural es algo extremadamente valioso e interesante. ¡A través de ella el ser humano puede hacer posible lo imposible, los montes pueden salir de sus lugares, los vientos y las tempestades pueden cesar en un abrir y cerrar de ojos, se puede caminar sobre las aguas como si fuese por tierra firme, el sol puede detenerse en el espacio por el tiempo que se quiera!

Todos los milagros narrados en la Sagrada Escritura empezaron con la participación primeramente del hombre y después de Dios. En el caso de Josué, el Espíritu Santo estaba con él, alimentando su fe, pero él tuvo que dar impulso a aquella fe sobrenatural existente dentro de él.

Cada milagro que deseamos que sea realizado en nuestras vidas depende exclusivamente de cada uno de nosotros. Yo diría que, en cada milagro procedente de la fe sobrenatural, un 50% tiene que ser realizado por la persona. La parte restante la hará Dios. En otras palabras, lo que tenemos que hacer para que el milagro que deseamos acontezca, nadie puede hacerlo por nosotros, tampoco Dios. La otra mitad que no podemos hacer sólo Dios podrá hacerla.

La razón porque muchas personas no consiguen ver los milagros en sus vidas se debe a que aún no han hecho su parte, quedando en la expectativa de que Dios haga todo. Veamos, por ejemplo, los milagros de la naturaleza. El hombre, usando la inteligencia y la capacidad que Dios le dio, está obligado a plantar la semilla del fruto que desea recoger en la tierra previamente preparada por él. Ésa es su parte. La tierra a su vez, auxiliada por la lluvia y el calor del sol, hace el milagro de la multiplicación. Todo esto sucede porque fue determinado por Dios:

“Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra…”

(Génesis 1:11).

“Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer” (Génesis 1:29).

De la misma manera Dios ha colocado dentro de nuestros corazones la capacidad de efectuar el mismo milagro hecho por la tierra con la semilla dada por Él. Con la semilla de la Palabra de Dios, nuestros corazones pueden producir en forma multiplicada los milagros porque de una sola fuente viene la semilla, tanto para la tierra como para nuestros corazones.

La única diferencia está en el hecho que la semilla de la tierra es visible, palpable y concreta, mientras que la semilla que produce la fe sobrenatural y, consecuentemente el milagro, es la Palabra de Dios y esta es invisible, impalpable y abstracta.

Observemos con atención en la Biblia, la vida de los héroes de la fe, cuando por la fe en el Dios Vivo, conquistaron reinos, cruzaron el Mar Rojo y el Río Jordán a pie en seco, practicaron la justicia, obtuvieron grandes promesas, cerraron bocas de leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, de la flaqueza sacaron fuerza, se hicieron poderosos en la guerra, hicieron correr ejércitos mucho más numerosos y fuertes, y aún permanecieron firmes bajo las más adversas circunstancias, porque veían lo invisible y creían en lo imposible. Por eso también Dios fue exaltado en gran forma a través de la fibra y el coraje de esos hombres, que supieron utilizar la fe en Dios, como el secreto de la victoria.

 

Continuara…

Si aún no ha leído la primera, segunda y tercera parte, ingrese a los siguientes links:

Los dos tipos de fe (Parte 1)

Los dos tipos de fe (Parte 2)

Los dos tipos de fe (Parte 3)

Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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