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Los dos tipos de fe (Parte 1)

¿Cómo explicar la fe? ¿Es algo natural o sobrenatural? ¿En qué nivel de acción podremos situarla?

Los dos tipos de fe (Parte 1)

¿Cómo explicar la fe? ¿Es algo natural o sobrenatural? ¿En qué nivel de acción podremos situarla?

Existen dos tipos de fe: la natural y la sobrenatural. La fe natural ya nos viene de la cuna y funciona dentro de nosotros, así como los cinco sentidos naturales. Podemos constatar esta verdad fijándonos que todo ser humano, de una forma u otra, tiene en sí caracterizada una expresión de fe, a través de actitudes.

El hombre natural es el producto de sus cinco sentidos. Todas sus actitudes son tomadas solo después de que su cerebro ha recibido las debidas informaciones de sus sentidos naturales. El cerebro es como si fuese un comandante: bajo su responsabilidad está el acto de juzgar y tomar toda y cualquier decisión que mejor le convenga; pero solamente después de recibir de sus “subordinados”, los sentidos, las informaciones necesarias. Los ojos ven alguna cosa, y luego la transmiten al cerebro, con la influencia que le es peculiar. Así también, el olfato, al sentir el aroma de alguna comida, transmite al cerebro lo que sintió, influenciado así, en su raciocinio de querer satisfacer el estómago, con aquella comida.

De la misma forma sucede con los demás sentidos: el oído, el tacto y el gusto. Todos los sentidos naturales trabajan en función de transmitir informaciones al cerebro. Éste tiene el trabajo de juzgar y después tomar la debida actitud de ordenar que todas las funciones del cuerpo realicen exactamente lo indicado.

Los sentidos naturales, son dádivas de Dios para que el ser humano tenga la capacidad y libertad de decidir por sí mismo el camino a seguir. También la fe natural, un don especial de Dios, existe a fin de dar al hombre más libertad de acción, pues éste necesita de ella para desenvolver su potencial en este mundo, y así sacar mejor provecho de él.

La fe natural es el agente estimulante que hace al ser humano tener el trabajo de sembrar la buena semilla con la certeza de que va a recoger los frutos plantados. Este tipo de fe es imprescindible al ser humano para su propia vida. Veamos algunos ejemplos: ¿Puede alguien querer caminar sin que esté seguro de que sus piernas aguantarán el peso de su cuerpo? De la misma forma, ¿quién no sale de su casa para el trabajo seguro de que volverá más tarde? Nadie tomaría un ómnibus o cualquier otro transporte si no estuviese seguro de llegar a su destino. El ama de casa que decide hacer una torta, tiene que estar segura de que la receta es correcta, para que mezcle los ingredientes en la medida justa, lleve la masa al horno para estar el tiempo determinado en la receta y, entonces, poder al final tener la torta.

Sin embargo, las piernas pueden fallar, el chófer del ómnibus también y todo lo demás en lo que tenemos plena seguridad puede no funcionar bien, pues están sujetos a las leyes del mundo material. ¿Cuántas personas viven con la esperanza de que un día ganaran la lotería o cualquier otro juego y, aún así, a pesar de la “certeza” que tienen de qué van a ganar, viven perdiendo todo?

Como podemos ver, en los mínimos detalles de nuestra vida cotidiana dependemos de esta fuerza natural. Esa es la razón por la cual innumerables pasos de fe hemos dado, pero sin reconocer o valorar esta gracia de Dios dentro de nosotros.

Podríamos decir que la fe natural es un “sexto sentido” que depende de los demás sentidos para realizar sus objetivos. Es como si fuese un sentido auxiliar de los demás. Por otro lado, la fe natural está directamente conectada al mundo material, porque depende de las circunstancias naturales para efectivamente ser puesta en práctica.

Antes de que el agricultor plante la semilla, necesita estar seguro de las condiciones climáticas y del suelo apropiado para aquel tipo de semilla. De otra forma, su fe natural no funcionará. Él tiene fe, tiene certeza que la tierra le devolverá multiplicado el fruto de la semilla plantada. Sin embargo, para eso, es necesario ver si las circunstancias lo permiten, para qué entonces su fe natural actúe.

Continuara…

Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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