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Lea la Biblia en un año : 250º día

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2 Samuel 1

David se entera de la muerte de Saúl

Después de la muerte de Saúl, David regresó de su victoria sobre los amalecitas y pasó dos días en Siclag. Al tercer día llegó un hombre del campamento del ejército de Saúl con sus ropas rasgadas y polvo sobre la cabeza en señal de duelo. El hombre cayó al suelo y se postró delante de David con profundo respeto.

—¿De dónde vienes?—le preguntó David.

—Me escapé del campamento israelita—le respondió el hombre.

—¿Qué sucedió?—preguntó David—. Cuéntame lo que pasó en la batalla.

—Todo nuestro ejército huyó de la batalla—le contó—. Murieron muchos hombres. Saúl y su hijo Jonatán también están muertos.

—¿Cómo sabes que Saúl y Jonatán están muertos?—le insistió David al joven.

El hombre respondió:

—Sucedió que yo estaba en el monte Gilboa, y allí estaba Saúl apoyado en su lanza mientras se acercaban los enemigos en sus carros de guerra. Cuando se dio vuelta y me vio, me gritó que me acercara a él. “¿Qué quiere que haga?”, le pregunté y él me contestó: “¿Quién eres?”. Le respondí: “Soy un amalecita”. Entonces me suplicó: “Ven aquí y sácame de mi sufrimiento, porque el dolor es terrible y quiero morir”.

10 »De modo que lo maté—dijo el amalecita a David—, porque me di cuenta de que no iba a vivir. Luego tomé su corona y su brazalete y se los he traído a usted, mi señor.

11 Al escuchar las noticias, David y sus hombres rasgaron sus ropas en señal de dolor. 12 Hicieron duelo, lloraron y ayunaron todo el día por Saúl y su hijo Jonatán, también por el ejército del Señor y por la nación de Israel, porque ese día habían muerto a espada.

13 Luego David le dijo al joven que trajo la noticia:

—¿De dónde eres?

—Soy un extranjero—contestó—, un amalecita que vive en su tierra.

14 —¿Y cómo no tuviste temor de matar al ungido del Señor?—le preguntó David.

15 Entonces le ordenó a uno de sus hombres:

—¡Mátalo!

Enseguida el hombre le clavó su espada al amalecita y lo mató, 16 y David dijo:

—Te condenaste a ti mismo al confesar que mataste al ungido del Señor.

Canto de David por Saúl y Jonatán

17 David compuso un canto fúnebre por Saúl y Jonatán, 18 y ordenó que se lo enseñaran al pueblo de Judá. Es conocido como el Cántico del arco y está registrado en El libro de Jaser:[a]

19 ¡Oh Israel, tu orgullo y tu alegría yacen muertos en las colinas!
    ¡Oh, cómo han caído los héroes poderosos!
20 No lo anuncien en Gat,
    ni lo proclamen en las calles de Ascalón,
o las hijas de los filisteos se alegrarán
    y los paganos se reirán con aires de triunfo.

21 Oh montes de Gilboa,
    que no caiga sobre ustedes lluvia ni rocío,
    ni haya campos fructíferos que produzcan ofrendas de grano.[b]
Pues fue allí donde se contaminó el escudo de los héroes poderosos;
    el escudo de Saúl ya no será ungido con aceite.
22 El arco de Jonatán era potente,
    y la espada de Saúl realizó su trabajo mortífero.
Derramaron la sangre de sus enemigos
    y atravesaron a muchos héroes poderosos.

23 ¡Cuán amados y agradables fueron Saúl y Jonatán!
    Estuvieron juntos en la vida y en la muerte.
Eran más rápidos que águilas,
    más fuertes que leones.
24 Oh mujeres de Israel, lloren por Saúl,
porque él las vistió con lujosas ropas escarlatas,
    con prendas adornadas de oro.

25 ¡Oh, cómo han caído los héroes poderosos en batalla!
    Jonatán yace muerto en las colinas.
26 ¡Cómo lloro por ti, Jonatán, hermano mío!
    ¡Oh, cuánto te amaba!
Tu amor por mí fue profundo,
    ¡más profundo que el amor de las mujeres!

27 ¡Oh, cómo han caído los héroes poderosos!
    Despojados de sus armas, yacen muertos.

1 Corintios 12

Dones espirituales

12 Ahora, amados hermanos, con respecto a la pregunta acerca de las capacidades especiales que el Espíritu nos da, no quiero que lo malentiendan. Ustedes saben que, cuando todavía eran paganos, fueron llevados por mal camino y arrastrados a rendir culto a ídolos mudos. Por lo tanto, quiero que sepan que nadie que habla por el Espíritu de Dios maldice a Jesús, y nadie puede decir que Jesús es el Señor excepto por el Espíritu Santo.

Hay distintas clases de dones espirituales, pero el mismo Espíritu es la fuente de todos ellos. Hay distintas formas de servir, pero todos servimos al mismo Señor. Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros.

A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente. A uno el Espíritu le da la capacidad de dar consejos sabios;[a] a otro el mismo Espíritu le da un mensaje de conocimiento especial.[b] A otro el mismo Espíritu le da gran fe y a alguien más ese único Espíritu le da el don de sanidad. 10 A uno le da el poder para hacer milagros y a otro, la capacidad de profetizar. A alguien más le da la capacidad de discernir si un mensaje es del Espíritu de Dios o de otro espíritu. Todavía a otro se le da la capacidad de hablar en idiomas desconocidos,[c] mientras que a otro se le da la capacidad de interpretar lo que se está diciendo. 11 Es el mismo y único Espíritu quien distribuye todos esos dones. Solamente él decide qué don cada uno debe tener.

Un cuerpo con muchas partes

12 El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. 13 Entre nosotros hay algunos que son judíos y otros que son gentiles;[d] algunos son esclavos, y otros son libres. Pero todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu.[e]

14 Así es, el cuerpo consta de muchas partes diferentes, no de una sola parte. 15 Si el pie dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy mano», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. 16 Y si la oreja dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy ojo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? O si todo el cuerpo fuera oreja, ¿cómo podríamos oler?

18 Pero nuestro cuerpo tiene muchas partes, y Dios ha puesto cada parte justo donde él quiere. 19 ¡Qué extraño sería el cuerpo si tuviera solo una parte! 20 Efectivamente, hay muchas partes, pero un solo cuerpo. 21 El ojo nunca puede decirle a la mano: «No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle al pie: «No te necesito».

22 De hecho, algunas partes del cuerpo que parecieran las más débiles y menos importantes, en realidad, son las más necesarias. 23 Y las partes que consideramos menos honorables son las que vestimos con más esmero. Así que protegemos con mucho cuidado esas partes que no deberían verse, 24 mientras que las partes más honorables no precisan esa atención especial. Por eso Dios ha formado el cuerpo de tal manera que se les dé más honor y cuidado a esas partes que tienen menos dignidad. 25 Esto hace que haya armonía entre los miembros a fin de que los miembros se preocupen los unos por los otros. 26 Si una parte sufre, las demás partes sufren con ella y, si a una parte se le da honra, todas las partes se alegran.

27 Todos ustedes en conjunto son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es parte de ese cuerpo. 28 A continuación hay algunas de las partes que Dios ha designado para la iglesia:

en primer lugar, los apóstoles;

en segundo lugar, los profetas;

en tercer lugar, los maestros;

luego los que hacen milagros,

los que tienen el don de sanidad,

los que pueden ayudar a otros,

los que tienen el don de liderazgo,

los que hablan en idiomas desconocidos.

29 ¿Acaso somos todos apóstoles? ¿Somos todos profetas? ¿Somos todos maestros? ¿Tenemos todos el poder de hacer milagros? 30 ¿Tenemos todos el don de sanidad? ¿Tenemos todos la capacidad de hablar en idiomas desconocidos? ¿Tenemos todos la capacidad de interpretar idiomas desconocidos? ¡Por supuesto que no! 31 Por lo tanto, ustedes deberían desear encarecidamente los dones que son de más ayuda.

Pero ahora déjenme mostrarles una manera de vida que supera a todas las demás.

Ezequiel 10

La gloria del Señor abandona el templo

10 En mi visión, vi que, por encima de la superficie de cristal que estaba sobre las cabezas de los querubines, había algo que parecía un trono de lapislázuli. Entonces el Señor le habló al hombre vestido de lino y le dijo: «Métete entre las ruedas que giran debajo de los querubines, toma un puñado de carbones encendidos y espárcelos sobre la ciudad». Así que el hombre lo hizo mientras yo observaba.

Cuando el hombre entró allí, los querubines estaban de pie en la parte sur del templo y la nube de gloria llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del Señor se elevó por encima de los querubines y se dirigió hacia la entrada del templo. El templo se llenó con esa nube de gloria y el atrio resplandeció con la gloria del SeñorEl sonido de las alas de los querubines sonaban como la voz del Dios Todopoderoso[a] y podía oírse hasta en el atrio exterior.

El Señor le dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre los querubines y toma algunos carbones encendidos de entre las ruedas». Entonces el hombre entró y se paró junto a una de las ruedas. Luego uno de los querubines extendió la mano y tomó algunas brasas de en medio del fuego que ardía entre ellos. Puso las brasas en las manos del hombre vestido de lino y el hombre las tomó y salió de allí. (Todos los querubines tenían debajo de sus alas lo que parecían ser manos humanas).

Me fijé y cada uno de los cuatro querubines tenía una rueda a su lado y las ruedas brillaban como el berilo. 10 Las cuatro ruedas eran semejantes entre sí y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda había otra rueda que giraba en forma transversal. 11 Los querubines podían avanzar de frente en las cuatro direcciones, sin girar mientras se movían. Iban derecho en la dirección que tuvieran frente a ellos y nunca se desviaban. 12 Tanto los querubines como las ruedas estaban cubiertos de ojos. Los querubines tenían ojos por todo el cuerpo, incluso las manos, la espalda y las alas. 13 Oí que alguien hablaba de las ruedas como «las ruedas que giran». 14 Cada uno de los cuatro querubines tenía cuatro caras: la primera era la cara de un buey,[b] la segunda era una cara humana, la tercera era la cara de un león y la cuarta era la cara de un águila.

15 Luego los querubines se elevaron. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto junto al río Quebar. 16 Cuando los querubines se movían, las ruedas se movían con ellos. Cuando elevaban las alas para volar, las ruedas permanecían con ellos. 17 Cuando los querubines se detenían, las ruedas también se detenían. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas subían, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

18 Luego la gloria del Señor salió de la entrada del templo y se sostenía en el aire por encima de los querubines. 19 Entonces, mientras yo observaba, los querubines volaron con sus ruedas a la puerta oriental del templo del Señor y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima de ellos.

20 Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel cuando me encontraba junto al río Quebar. Sabía que eran querubines, 21 porque cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas y lo que parecían ser manos humanas debajo de las alas. 22 Además, sus caras eran como las caras de los seres que yo había visto junto al Quebar y se movían de frente y hacia adelante, tal como los otros.