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Lea la Biblia en un año : 218º día

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Jueces 20

Guerra de Israel contra Benjamín

20 Entonces todos los israelitas se unieron como un solo hombre, desde Dan en el norte hasta Beerseba en el sur, incluidos los del otro lado del Jordán, en la tierra de Galaad. Toda la comunidad se reunió en asamblea ante la presencia del Señor en Mizpa. Los líderes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel—cuatrocientos mil guerreros armados con espadas—, ocuparon sus puestos en la asamblea del pueblo de Dios. (Pronto llegó la noticia a la tierra de Benjamín de que las otras tribus habían subido a Mizpa). Entonces los israelitas preguntaron cómo había sucedido ese crimen tan terrible.

El levita, el esposo de la mujer asesinada, explicó:

—Mi concubina y yo nos detuvimos para pasar la noche en Guibeá, una ciudad que pertenece a la tribu de Benjamín. Esa noche, algunos de los ciudadanos prominentes de Guibeá rodearon la casa con la intención de matarme, y violaron a mi concubina hasta que quedó muerta. Entonces corté su cuerpo en doce pedazos y envié los pedazos por todo el territorio asignado a Israel, porque esos hombres han cometido un crimen terrible y vergonzoso. Ahora bien, todos ustedes—la comunidad entera de Israel—tienen que decidir aquí y ahora qué debe hacerse al respecto.

Y todo el pueblo se puso de pie al mismo tiempo y proclamó a una voz:

—¡Ninguno de nosotros volverá a su hogar! ¡No, ni una sola persona! En cambio, haremos lo siguiente con Guibeá: echaremos suertes para decidir quién la atacará. 10 Una décima parte de los hombres[a] de cada tribu se encargará de abastecer a los guerreros con provisiones; los demás nos vengaremos de Guibeá,[b] en Benjamín, por la infamia que sus hombres han cometido en Israel.

11 Así que los israelitas estaban en total unanimidad, y se juntaron para atacar la ciudad.

12 Los israelitas enviaron mensajeros a la tribu de Benjamín, diciendo: «¡Qué acto tan terrible se ha cometido en medio de ustedes! 13 Entréguennos a esos hombres malvados, a esos perturbadores de Guibeá, para que los ejecutemos y así purifiquemos a Israel de semejante maldad».

Pero los de Benjamín no quisieron escuchar. 14 En cambio, salieron de sus ciudades y se juntaron en Guibeá para pelear contra los israelitas. 15 En total, de toda la tribu de Benjamín, llegaron a Guibeá veintiséis mil guerreros armados con espadas, los cuales se sumaron a los setecientos guerreros selectos que vivían allí. 16 Entre las tropas selectas de Benjamín había setecientos hombres zurdos, capaces de tirar una piedra con la honda y acertar en un cabello sin errar el blanco. 17 Israel, a su vez, tenía cuatrocientos mil soldados con experiencia en la guerra, armados con espadas, sin contar a los guerreros de Benjamín.

18 Antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel y le preguntaron a Dios:

—¿Cuál de las tribus debe ser la primera en atacar a la gente de Benjamín?

El Señor contestó:

—Judá debe ir primero.

19 Entonces los israelitas salieron temprano a la mañana siguiente y acamparon cerca de Guibeá. 20 Después avanzaron hacia Guibeá para atacar a los hombres de Benjamín. 21 Pero los guerreros de Benjamín, que estaban defendiendo la ciudad, salieron y mataron ese día a veintidós mil israelitas en el campo de batalla.

22 Sin embargo, los israelitas se animaron unos a otros y otra vez tomaron sus posiciones en el mismo lugar donde habían luchado el día anterior. 23 Pues habían subido a Betel y habían llorado en presencia del Señor hasta la noche. Le habían preguntado al Señor:

—¿Debemos salir nuevamente a pelear contra nuestros parientes de Benjamín?

Y el Señor había dicho:

—Salgan a pelear contra ellos.

24 Así que, al día siguiente, volvieron a pelear contra los hombres de Benjamín, 25 pero los hombres de Benjamín mataron a otros dieciocho mil israelitas, todos ellos expertos en el uso de la espada.

26 Entonces todos los israelitas subieron a Betel y lloraron en presencia del Señor, y ayunaron hasta la noche. También le llevaron al Señor ofrendas quemadas y ofrendas de paz. 27 Los israelitas fueron a buscar dirección del Señor. (En esos días el arca del pacto de Dios estaba en Betel, 28 y el sacerdote era Finees, hijo de Eleazar y nieto de Aarón). Los israelitas le preguntaron al Señor:

—¿Debemos volver a pelear contra nuestros parientes de Benjamín o debemos detenernos?

El Señor dijo:

—¡Vayan! Mañana se los entregaré.

29 Entonces los israelitas armaron una emboscada alrededor de Guibeá. 30 Salieron al tercer día, y tomaron sus posiciones en los mismos lugares que antes. 31 Cuando los hombres de Benjamín salieron a atacar, fueron alejados de la ciudad. Y tal como habían hecho antes, comenzaron a matar a los israelitas. Unos treinta israelitas murieron en campo abierto y por los dos caminos, uno que lleva a Betel, y el otro que lleva de vuelta a Guibeá.

32 Entonces los guerreros de Benjamín gritaron: «¡Los estamos derrotando igual que antes!»; pero los israelitas habían planeado huir de antemano, para que los hombres de Benjamín salieran a perseguirlos por los caminos y quedaran alejados de la ciudad.

33 Cuando los guerreros israelitas llegaron a Baal-tamar, se dieron vuelta y tomaron sus posiciones de batalla. Mientras tanto, los israelitas que estaban escondidos en emboscada al occidente[c] de Guibeá salieron de repente a pelear. 34 Sumaban diez mil los guerreros israelitas selectos que avanzaron contra Guibeá. El enfrentamiento fue tan intenso que Benjamín no se dio cuenta del desastre que se avecinaba. 35 Y el Señor ayudó a Israel a derrotar a Benjamín, y ese día los israelitas mataron a veinticinco mil cien guerreros de Benjamín, todos expertos en el manejo de la espada. 36 Entonces los hombres de Benjamín se dieron cuenta de que estaban vencidos.

Los israelitas habían retrocedido frente a los guerreros de Benjamín para que los que estaban escondidos en emboscada tuvieran más terreno para maniobrar contra Guibeá. 37 Entonces los que estaban escondidos en los alrededores se lanzaron contra la ciudad y mataron a todos los habitantes. 38 Habían acordado hacer una gran columna de humo desde la ciudad como señal. 39 Cuando los israelitas vieron el humo, se dieron vuelta y atacaron a los guerreros de Benjamín.

Para entonces, los guerreros de Benjamín habían matado a unos treinta israelitas y gritaban: «¡Los estamos derrotando como en la primera batalla!». 40 Pero cuando los guerreros de Benjamín miraron hacia atrás y vieron el humo que se elevaba al cielo desde todos los rincones de la ciudad, 41 los hombres de Israel giraron y los atacaron. En ese instante, los hombres de Benjamín se aterrorizaron, porque se dieron cuenta de que se les venía el desastre encima. 42 Así que dieron media vuelta y huyeron frente a los israelitas hacia el desierto. Pero no pudieron escapar de la batalla, y la gente que salió de las ciudades cercanas también pereció.[d] 43 Los israelitas cercaron a los hombres de Benjamín y los persiguieron sin tregua, hasta que por fin los alcanzaron al oriente de Guibeá.[e] 44 Ese día murieron en batalla dieciocho mil de los guerreros más fuertes de Benjamín. 45 Los sobrevivientes huyeron al desierto, hacia la roca de Rimón, pero Israel mató a cinco mil de ellos a lo largo del camino. Los israelitas continuaron persiguiéndolos hasta que mataron a otros dos mil cerca de Gidom.

46 Ese día la tribu de Benjamín perdió veinticinco mil guerreros fuertes armados con espada, 47 y quedaron solo seiscientos hombres, quienes escaparon a la roca de Rimón, donde vivieron durante cuatro meses. 48 Entonces los israelitas regresaron al territorio de Benjamín y en todas las ciudades masacraron a todo ser viviente: a la gente, a los animales y a todo lo que encontraron. También quemaron por completo todas las ciudades por las que pasaron.

Hechos 24

Pablo ante Félix

24 Cinco días después, Ananías, el sumo sacerdote, llegó con algunos de los ancianos judíos y con el abogado[a] Tértulo, para presentar su caso contra Pablo ante el gobernador. Una vez que hicieron entrar a Pablo, Tértulo presentó los cargos en su contra ante el gobernador con el siguiente discurso:

«Usted ha dado un largo período de paz a nosotros, los judíos y, con previsión, nos ha promulgado reformas. Por todo esto, su excelencia, le estamos muy agradecidos; pero no quiero aburrirlo, así que le ruego que me preste atención solo por un momento. Hemos descubierto que este hombre es un alborotador que constantemente provoca disturbios entre los judíos por todo el mundo. Es un cabecilla de la secta conocida como “los nazarenos”. Además, trataba de profanar el templo cuando lo arrestamos.[b] Puede averiguar la veracidad de nuestras acusaciones si lo interroga usted mismo». Así que los demás judíos intervinieron, declarando que todo lo que Tértulo había dicho era cierto.

10 Entonces el gobernador le hizo una seña a Pablo para que hablara. Y Pablo dijo: «Yo sé, señor, que usted ha sido juez de asuntos judíos durante muchos años, por lo tanto, presento con gusto mi defensa ante usted. 11 Con facilidad puede averiguar que llegué a Jerusalén hace no más de doce días para adorar en el templo. 12 Los que me acusan nunca me encontraron discutiendo con nadie en el templo ni provocando disturbios en ninguna sinagoga o en las calles de la ciudad. 13 Estos hombres no pueden probar las cosas por las cuales me acusan.

14 »Pero admito que soy seguidor del Camino, al cual ellos llaman secta. Adoro al Dios de nuestros antepasados y firmemente creo en la ley judía y en todo lo que escribieron los profetas. 15 Tengo la misma esperanza en Dios que la que tienen estos hombres, la esperanza de que él resucitará tanto a los justos como a los injustos. 16 Por esto, siempre trato de mantener una conciencia limpia delante de Dios y de toda la gente.

17 »Después de estar ausente durante varios años, regresé a Jerusalén con dinero para ayudar a mi pueblo y para ofrecer sacrificios a Dios. 18 Los que me acusan me vieron en el templo mientras yo terminaba una ceremonia de purificación. No había ninguna multitud a mi alrededor ni ningún disturbio; 19 pero algunos judíos de la provincia de Asia estaban allí, ¡y ellos deberían estar aquí para presentar cargos si es que tienen algo en mi contra! 20 Pregúnteles a estos hombres que están aquí de qué crimen me encontró culpable el Concilio Supremo judío,[c] 21 excepto por una sola vez que grité: “¡Hoy se me juzga ante ustedes porque creo en la resurrección de los muertos!”».

22 En ese momento, Félix, quien estaba bastante familiarizado con el Camino, levantó la sesión y dijo: «Esperen hasta que llegue Lisias, el comandante de la guarnición. Entonces tomaré una decisión sobre el caso». 23 Le ordenó a un oficial[d] que mantuviera a Pablo bajo custodia pero le diera ciertas libertades y permitiera que sus amigos lo visitaran y se encargaran de sus necesidades.

24 Unos días después, Félix regresó con su esposa, Drusila, quien era judía. Mandó llamar a Pablo, y lo escucharon mientras les habló acerca de la fe en Cristo Jesús. 25 Al razonar Pablo con ellos acerca de la justicia, el control propio y el día de juicio que vendrá, Félix se llenó de miedo. «Vete por ahora—le dijo—. Cuando sea más conveniente, volveré a llamarte». 26 También esperaba que Pablo lo sobornara, de modo que lo mandaba a llamar muy a menudo y hablaba con él.

27 Pasaron dos años así, y Félix fue sucedido por Porcio Festo. Y, como Félix quería ganarse la aceptación del pueblo judío, dejó a Pablo en prisión.

Jeremías 33

Promesas de paz y prosperidad

33 Mientras Jeremías aún estaba detenido en el patio de la guardia, el Señor le dio un segundo mensaje: «Esto dice el Señor, el Señor que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el Señorpídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir. Pues esto dice el Señor, Dios de Israel: ustedes derribaron las casas de esta ciudad y hasta el palacio real a fin de conseguir materiales para fortalecer las murallas contra las rampas de asalto y contra la espada del enemigo. Ustedes esperan luchar contra los babilonios,[a] pero los hombres de esta ciudad ya están como muertos, porque en mi terrible enojo he decidido destruirlos. Los abandoné debido a toda su perversidad.

»Sin embargo, llegará el día en que sanaré las heridas de Jerusalén y le daré prosperidad y verdadera paz. Restableceré el bienestar de Judá e Israel y reconstruiré sus ciudades. Los limpiaré de sus pecados contra mí y perdonaré todos sus pecados de rebelión. ¡Entonces esta ciudad me traerá gozo, gloria y honra ante todas las naciones de la tierra! ¡Ellas verán todo el bien que hago a mi pueblo y temblarán de asombro al ver la paz y prosperidad que le doy!

10 »Esto dice el Señor: ustedes dijeron: “Esta es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido”. Sin embargo, en las calles desiertas de Jerusalén y de las otras ciudades de Judá volverán a oírse 11 risas y voces de alegría. Otra vez se oirán las voces felices de los novios y las novias junto con las canciones alegres de las personas que traen ofrendas de gratitud al Señor. Cantarán:

“Den gracias al Señor de los Ejércitos Celestiales,
    porque el Señor es bueno.
    ¡Su fiel amor perdura para siempre!”.

Pues restauraré la prosperidad de esta tierra a como era en el pasado, dice el Señor.

12 »Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: esta tierra—a pesar de que ahora está desolada y no tiene gente ni animales—tendrá otra vez pastizales donde los pastores podrán llevar los rebaños. 13 Una vez más los pastores contarán sus rebaños en las ciudades de la zona montañosa, en las colinas de Judá,[b] en el Neguev, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en todas las ciudades de Judá. ¡Yo, el Señor, he hablado!

14 »Llegará el día, dice el Señor, cuando haré por Israel y por Judá todas las cosas buenas que les he prometido.

15 »En esos días y en ese tiempo
    levantaré un descendiente justo,[c] del linaje del rey David.
    Él hará lo que es justo y correcto en toda la tierra.
16 En ese día Judá será salvo,
    y Jerusalén vivirá segura.
Y este será su nombre:
    “El Señor es nuestra justicia”[d].

17 Pues esto dice el Señor: David tendrá por siempre un descendiente sentado en el trono de Israel. 18 Y siempre habrá sacerdotes levitas para ofrecerme ofrendas quemadas, ofrendas de grano y sacrificios».

19 Luego Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor20 «Esto dice el Señor: si ustedes pudieran romper mi pacto con el día y con la noche de modo que uno no siguiera al otro, 21 solo entonces se rompería mi pacto con mi siervo David. Solo entonces, él no tendría un descendiente para reinar sobre su trono. Lo mismo ocurre con mi pacto con los sacerdotes levitas que ministran ante mí. 22 Y así como no se pueden contar las estrellas de los cielos ni se puede medir la arena a la orilla del mar, así multiplicaré los descendientes de mi siervo David y de los levitas que ministran ante mí».

23 El Señor le dio a Jeremías otro mensaje y le dijo: 24 «¿Te has dado cuenta de lo que la gente dice?: “¡El Señor eligió a Judá y a Israel pero luego los abandonó!”. En son de burla dicen que Israel no es digno de ser considerado una nación. 25 Sin embargo, esto dice el Señor: así como no cambiaría las leyes que gobiernan el día y la noche, la tierra y el cielo, así tampoco rechazaré a mi pueblo. 26 Nunca abandonaré a los descendientes de Jacob o de mi siervo David ni cambiaré el plan de que los descendientes de David gobiernen a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. En cambio, yo los restauraré a su tierra y tendré misericordia de ellos».