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Lea la Biblia en un año: 206º día

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Jueces 8

Zeba y Zalmuna

Los de la tribu de Efraín le dijeron a Gedeón:

—¿Por qué nos has tratado así? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a luchar contra los madianitas?

Y se lo reprocharon severamente.

—¿Qué hice yo, comparado con lo que hicieron ustedes? —replicó él—. ¿No valen más los rebuscos de las uvas de Efraín que toda la vendimia de Abiezer? Dios entregó en manos de ustedes a Oreb y a Zeb, los jefes madianitas. Comparado con lo que hicieron ustedes, ¡lo que yo hice no fue nada!

Al oír la respuesta de Gedeón, se calmó el resentimiento de ellos contra él.

Gedeón y sus trescientos hombres, agotados pero persistiendo en la persecución, llegaron al Jordán y lo cruzaron. Allí Gedeón dijo a la gente de Sucot:

—Denles pan a mis soldados; están agotados y todavía estoy persiguiendo a Zeba y a Zalmuna, los reyes de Madián.

Pero los jefes de Sucot le respondieron:

—¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darle pan a tu ejército?

Gedeón contestó:

—¡Está bien! Cuando el Señor haya entregado en mis manos a Zeba y a Zalmuna, les desgarraré a ustedes la carne con espinas y zarzas del desierto.

Desde allí subió a Peniel[a] y les pidió lo mismo. Pero los de Peniel le dieron la misma respuesta que los hombres de Sucot. Por eso les advirtió a los hombres de Peniel: «Cuando yo vuelva victorioso, derribaré esta torre».

10 Zeba y Zalmuna estaban en Carcor con una fuerza de quince mil guerreros, que era todo lo que quedaba de los ejércitos del oriente, pues habían caído en batalla ciento veinte mil soldados. 11 Gedeón subió por la ruta de los nómadas, al este de Noba y Yogbea, y atacó al ejército cuando este se creía seguro. 12 Huyeron Zeba y Zalmuna, los dos reyes de Madián, pero él los persiguió y los capturó, aterrorizando a todo el ejército.

13 Cuando Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla por el paso de Jeres, 14 capturó a un joven de Sucot y lo interrogó. Entonces el joven le anotó los nombres de los setenta y siete jefes y ancianos de Sucot. 15 Luego Gedeón fue y les dijo a los hombres de Sucot: «Aquí están Zeba y Zalmuna, por causa de quienes se burlaron de mí al decir: “¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darles pan a tus hombres que están agotados?”» 16 Se apoderó de los ancianos de la ciudad, tomó espinos y zarzas del desierto, y castigando con ellos a los hombres de Sucot les enseñó quién era él. 17 También derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciudad.

18 Entonces les preguntó a Zeba y a Zalmuna:

—¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?

—Parecidos a ti —respondieron ellos—; cada uno de ellos tenía el aspecto de un príncipe.

19 —¡Eran mis hermanos —replicó Gedeón—, los hijos de mi propia madre! Tan cierto como que vive el Señor, si les hubieran perdonado la vida, yo no los mataría a ustedes.

20 Volviéndose a Jéter, su hijo mayor, le dijo:

—¡Vamos, mátalos!

Pero Jéter no sacó su espada, porque era apenas un muchacho y tenía miedo. 21 Zeba y Zalmuna dijeron:

—Vamos, mátanos tú mismo. “¡Al hombre se le conoce por su valentía!”

Gedeón se levantó y mató a Zeba y Zalmuna, y les quitó a sus camellos los adornos que llevaban en el cuello.

El efod de Gedeón

22 Entonces los israelitas le dijeron a Gedeón:

—Gobierna sobre nosotros y, después de ti, tu hijo y tu nieto; porque nos has librado del poder de los madianitas.

23 Pero Gedeón les dijo:

—Yo no los gobernaré, ni tampoco mi hijo. Solo el Señor los gobernará. 24 Pero tengo una petición —añadió—: que cada uno de ustedes me dé un anillo, de lo que les tocó del botín.

Era costumbre de los ismaelitas usar anillos de oro.

25 —Con mucho gusto te los daremos —le contestaron.

Así que tendieron una manta, y cada hombre echó en ella un anillo de su botín. 26 El peso de los anillos de oro que él les pidió llegó a diecinueve kilos,[b] sin contar los adornos, los aros y los vestidos de púrpura que usaban los reyes madianitas, ni los collares que llevaban sus camellos. 27 Con el oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofra, su ciudad. Todo Israel se prostituyó al adorar allí el efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.

Muerte de Gedeón

28 Los madianitas fueron sometidos delante de los israelitas, y no volvieron a levantar cabeza. Y durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón, el país tuvo paz.

29 Yerubaal hijo de Joás regresó a vivir a su casa. 30 Tuvo setenta hijos, pues eran muchas sus esposas. 31 Su concubina que vivía en Siquén también le dio un hijo, a quien Gedeón llamó Abimélec. 32 Gedeón hijo de Joás murió a una edad avanzada y fue sepultado en la tumba de Joás, su padre, en Ofra, pueblo del clan de Abiezer.

33 En cuanto murió Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los ídolos de Baal. Erigieron a Baal Berit como su dios 34 y se olvidaron del Señor su Dios, que los había rescatado del poder de todos los enemigos que los rodeaban. 35 También dejaron de mostrarse bondadosos con la familia de Yerubaal, es decir, Gedeón, no obstante todo lo bueno que él había hecho por Israel.

Hechos 12

Pedro escapa milagrosamente de la cárcel

12 En ese tiempo el rey Herodes hizo arrestar a algunos de la iglesia con el fin de maltratarlos. A Jacobo, hermano de Juan, lo mandó matar a espada. Al ver que esto agradaba a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Esto sucedió durante la fiesta de los Panes sin levadura. Después de arrestarlo, lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro grupos de cuatro soldados cada uno. Tenía la intención de hacerlo comparecer en juicio público después de la Pascua. Pero, mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él.

La misma noche en que Herodes estaba a punto de sacar a Pedro para someterlo a juicio, este dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas. Unos guardias vigilaban la entrada de la cárcel. De repente apareció un ángel del Señor y una luz resplandeció en la celda. Despertó a Pedro con unas palmadas en el costado y le dijo: «¡Date prisa, levántate!» Las cadenas cayeron de las manos de Pedro. Le dijo además el ángel: «Vístete y cálzate las sandalias». Así lo hizo, y el ángel añadió: «Échate la capa encima y sígueme».

Pedro salió tras él, pero no sabía si realmente estaba sucediendo lo que el ángel hacía. Le parecía que se trataba de una visión. 10 Pasaron por la primera y la segunda guardia, y llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad. El portón se les abrió por sí solo, y salieron. Caminaron unas cuadras, y de repente el ángel lo dejó solo.

11 Entonces Pedro volvió en sí y se dijo: «Ahora estoy completamente seguro de que el Señor ha enviado a su ángel para librarme del poder de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba».

12 Cuando cayó en cuenta de esto, fue a casa de María, la madre de Juan, apodado Marcos, donde muchas personas estaban reunidas orando. 13 Llamó a la puerta de la calle, y salió a responder una criada llamada Rode. 14 Al reconocer la voz de Pedro, se puso tan contenta que volvió corriendo sin abrir.

—¡Pedro está a la puerta! —exclamó.

15 —¡Estás loca! —le dijeron.

Ella insistía en que así era, pero los otros decían:

—Debe de ser su ángel.

16 Entre tanto, Pedro seguía llamando. Cuando abrieron la puerta y lo vieron, quedaron pasmados. 17 Con la mano Pedro les hizo señas de que se callaran, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel.

—Cuéntenles esto a Jacobo y a los hermanos —les dijo.

Luego salió y se fue a otro lugar.

18 Al amanecer se produjo un gran alboroto entre los soldados respecto al paradero de Pedro. 19 Herodes hizo averiguaciones, pero, al no encontrarlo, les tomó declaración a los guardias y mandó matarlos. Después viajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.

Muerte de Herodes

20 Herodes estaba furioso con los de Tiro y de Sidón, pero ellos se pusieron de acuerdo y se presentaron ante él. Habiéndose ganado el favor de Blasto, camarero del rey, pidieron paz, porque su región dependía del país del rey para obtener sus provisiones.

21 El día señalado, Herodes, ataviado con su ropaje real y sentado en su trono, le dirigió un discurso al pueblo. 22 La gente gritaba: «¡Voz de un dios, no de hombre!» 23 Al instante un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido de gusanos.

24 Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose.

25 Cuando Bernabé y Saulo cumplieron su servicio, regresaron de[a] Jerusalén llevando con ellos a Juan, llamado también Marcos.

Jeremías 21

Dios rechaza la petición de Sedequías

21 Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías cuando el rey Sedequías envió a Pasur hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maseías, a que le dijeran:

«Consulta ahora al Señor por nosotros, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando. Tal vez el Señor haga uno de sus milagros, y lo obligue a retirarse».

Jeremías les respondió:

«Adviértanle a Sedequías que así dice el Señor, el Dios de Israel: “Yo haré retroceder tus tropas, las que pelean contra el rey de Babilonia y contra los caldeos, que desde fuera de los muros los tienen sitiados. Haré que tus tropas se replieguen dentro de la ciudad. Yo mismo pelearé contra ustedes. Con gran despliegue de poder, y con ira, furor y gran indignación, heriré a hombres y animales, y los habitantes de esta ciudad morirán por causa de una peste terrible. Después de eso entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus oficiales y a la gente que haya quedado con vida después de la peste, la espada y el hambre —afirma el Señor—. Los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los enemigos que buscan matarlos. Sin ninguna piedad, clemencia ni compasión, Nabucodonosor los herirá a filo de espada”.

»Y a este pueblo adviértele que así dice el Señor: “Pongo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte. El que se quede en esta ciudad morirá por la espada y la peste, o de hambre. Pero el que salga y se rinda a los caldeos que los están sitiando vivirá. Así salvará su vida. 10 Porque he decidido hacerle a esta ciudad el mal y no el bien —afirma el Señor—. Será entregada en manos del rey de Babilonia, quien le prenderá fuego”.

11 »Di también a la casa real de Judá que escuchen la palabra del Señor12 Adviértele a la dinastía de David que así dice el Señor:

»“Hagan justicia cada mañana,
    y libren al explotado del poder del opresor,
no sea que mi ira se encienda como un fuego
    y arda sin que nadie pueda extinguirla,
    a causa de la maldad de sus acciones.
13 ¡Yo estoy contra ti, Jerusalén,
    reina del valle, roca de la llanura!
            —afirma el Señor—.
Ustedes dicen: ‘¿Quién podrá venir contra nosotros?
    ¿Quién podrá entrar en nuestros refugios?’
14 Yo los castigaré conforme al fruto de sus acciones
            —afirma el Señor—;
    a su bosque le prenderé fuego,
    y ese fuego consumirá todos sus alrededores”».