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La estrategia del diablo

La estrategia del diablo

Consciente de que el efecto de la Palabra de Dios produce fe y la fe, a su vez, produce vida, el diablo ha trabajado incansablemente para anularla a través de las dudas, para que éstas se encarguen de generar muerte. El Señor Jesús, a través de la parábola del sembrador, nos muestra cómo eso ha sido utilizado por el diablo y sus demonios:

“El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero cuando salió el sol, se quemó y, como no tenía raíz, se secó. Parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento; cuál a setenta; y cuál a treinta por uno”.

(Mateo 13:3-8).

El propio Señor Jesús explicó de manera clara y simple el sentido de esta parábola. El sembrador puede ser tanto el buen pastor que siembra con gran amor por las almas, como el mal pastor que sólo hace un trabajo por profesionalismo. Sin embargo, la semilla siempre es perfecta porque es la Palabra de Dios.

La primera semilla cayó a la vera del camino que representa a aquellos que oyen la Palabra de Dios y no la comprenden mientras la están escuchando; así, satanás se aprovecha de la situación. Pero para que esto suceda, es necesario que haya una palabra más fuerte que la plantada. Es necesario que haya pretextos, razones, distracciones y sobretodo mentiras para neutralizar en el corazón de la persona aquella palabra de fe que fue sembrada.

La persona queda confundida ante el bombardeo de inspiraciones diabólicas y desiste de continuar luchando. Por increíble que parezca, esto sucede más adentro de la iglesia que afuera. Durante las reuniones es muy normal oír a un niño llorar, alguien que llega apresurado pidiendo informaciones, otros manifestando demonios aún antes de la oración; en fin una serie de cosas que ocurren para desviar la atención de las personas. En el momento más importante de la palabra clave para la comprensión del mensaje es cuando el diablo actúa para que el oyente se quede sin entender el plan de Dios para su vida.

No podemos pasar por alto la preocupación de muchos predicadores en emitir un mensaje erudito lleno de palabras sofisticadas. Pretendiendo probar a sus oyentes una sabiduría ejemplar, colocan más obstáculos en su camino dificultando el mensaje.

Satanás actúa especialmente cuando la Palabra de Dios está siendo sembrada, porque es justamente allí que nacerán las nuevas criaturas capaces de destruir sus obras. Actuando de inmediato en la fuente es más fácil anular sus efectos. Por eso, todo cuidado a la hora de plantar es poco, teniendo en cuenta el peligro de arriesgar y perder la semilla.

Entre las personas que han oído las palabras del Reino, se encuentran aquellas que son como el suelo rocoso. Oyen la palabra y la reciben con alegría. Estas son aquellas personas que llevadas por las circunstancias del momento, a través de la buena música, del ambiente de fe, de la oración y sobre todo de la Palabra de Dios, predicada elocuentemente, son llevadas fácilmente por las emociones. La verdad es que el sembrador, cuando sólo se interesa en aumentar el número de “asociados” a su “club religioso”, acostumbra a olvidar el lado “negativo” del mensaje del Reino de Dios, esto es, la cruz que la persona necesita cargar, con el fin de heredar las bendiciones prometidas.

Cuando este mundo cruel ve a alguien “cargando la cruz”, inicia las persecuciones, para que desista. Existen constantemente las luchas contra la carne y contra el diablo. Tal vez por ese motivo el sembrador haya preferido anunciar la salvación eterna, las bendiciones físicas, económicas y las alabanzas que son los derechos de los hijos de Dios.

Otra posibilidad es que la palabra no haya sido claramente anunciada. Los oyentes pueden haber menospreciado la totalidad del mensaje, reteniendo apenas parte de él. De cualquier forma, ahí también está la acción diabólica, porque es inherente al cristiano sufrir todas las persecuciones, una vez que él vive en un mundo hostil en el cual todo pertenece a Dios. El propio Señor Jesús de antemano ya nos advierte, al respecto, diciendo:

“En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Cuando alguien se torna cristiano, empieza a sentir “en la piel” las persecuciones, no sólo por parte de los amigos, también en el trabajo, en el colegio e incluso dentro de su propia casa, especialmente de aquellos seres más queridos, que usando la palabra “fanático”, lo castigan al máximo en el sentido de desanimarlo.

Esta persona, de la misma forma que fue envuelta por las emociones para aceptar la fe en el Señor, también lo es en un sentido contrario a la fe. El desánimo va apoderándose de ella, hasta dominarla completamente.

“… pero no tienen raíz en sí y no se mantienen firmes; por eso, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, tropiezan”.

(Marcos 4:17).

¡Así más de la mitad de los que oyeron la Palabra de Dios hasta ahora están en las garras de satanás! Infelizmente esto no es todo, hay más…

“Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto”.

(Marcos 4:7).

Esta “otra parte” representa un 25% más.

“El que fue sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22).

Estas personas no cayeron porque la Palabra les fue robada de los corazones, ni mucho menos fueron traicionados por sus emociones; por el contrario, todo sucedió como debía ser. Fueron salvas por la fe; enfrentaron los desafíos de las pruebas, pasando por ellas victoriosamente, estaban andando según la voluntad de Dios. Sin embargo, faltó la última gran prueba, ver la gloria de este mundo y tomar una actitud con relación a ella.

De la misma forma como el diablo llevó al Señor Jesús a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, también ha llevado a muchos cristianos verdaderos. La gloria del mundo ha segado sus vidas, fascinado sus corazones y, ahogado la semilla que estaba en desarrollo. Ésta fue aplastada por los espinos que crecieron más rápido. Es lógico que si los espinos tuvieron un crecimiento más rápido que la semilla, es porque fueron mejor alimentados. Esa caída, en verdad, surge cuando la persona le da lugar a los viejos instintos, que estaban guardados en el corazón. El cristiano que tiene alguna antigua codicia en el corazón, tarde o temprano será atado y ahorcado por ella. Por eso cuando el Señor Jesús dijo que: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:34), si no hubiera una renuncia total por causa de la fe, en el futuro habrá una destrucción fatal.

Pues la semilla, sea de la Palabra de Dios o de la palabra del diablo, sólo tiende a desenvolverse, para vida o muerte, dependiendo del que oye aceptarla o rechazarla. Si es del diablo, rechácela en el nombre del Señor Jesús; si es de Dios, debe no solamente aceptarla, sino también practicarla.

Concluyendo, el saldo negativo para el Reino de Dios es del 75%. En otras palabras sólo un 25% de los que oyen la Palabra de Dios la han practicado y consecuentemente tienen el derecho de heredar la vida eterna. El 75% restante, oyentes de la misma palabra, no resistieron a los ataques del diablo. Ahí está la razón por la que no podemos darnos el lujo de subestimar la acción del diablo y sus demonios en este mundo. Debemos luchar tres veces más de lo que hemos luchado, para no permitir este gran perjuicio contra el Reino de nuestro Señor Jesucristo.

Mensaje sustraído de: El Poder Sobrenatural de la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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