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El carácter justo de Dios (Parte 1)

Uno de los aspectos del carácter de Dios es la justicia, que se evidencia en Sus acciones con el ser humano.

El carácter justo de Dios (Parte 1)

Parte 1

Uno de los aspectos del carácter de Dios es la justicia, que se evidencia en Sus acciones con el ser humano.

El Señor es Justo en Sus Ordenanzas y en Sus Estatutos y juzga al hombre conforme a Sus Leyes, las cuales son rectas y verdaderas. No hay una sola obra, una sola reprensión o un solo juicio en que el Altísimo no manifieste perfección y equidad (Apocalipsis 16:7).

A lo largo de las Escrituras, tenemos la garantía de que Dios es Justo en todos Sus caminos. Por eso, Sus criaturas pueden descansar con la certeza de que Él aplicará Su justicia sobre buenos y malos, fieles e infieles.

Siendo la justicia y el juicio la base del trono de Dios (Salmos 89:14), o sea, los principios en los que Él fundamenta todas Sus acciones, entendemos que todo lo que hiere al derecho, a la rectitud y a la verdad, ¡Le desagrada profundamente!

Por eso, el Altísimo habla, detalladamente, sobre cómo debemos proceder en este mundo, para no cometer algo que contraríe y agreda a Su Naturaleza Santa y Justa y, así, no nos apartemos de Él y Lo apartemos de nosotros (Éxodo 23:7; Levítico 19:15; Deuteronomio 16:18-20; Proverbios 16:18; Isaías 33:15-16 Romanos 6:13).

Dios rechaza y repudia malos tratos, violencia, mentira, opresión de los más fuertes sobre los más débiles, deshonestidad, fraudes, sobornos, balanza falsa, testigo falso, entre otras prácticas que perjudican a nuestro semejante, pues todo eso es injusticia.

El Señor garantiza que aquel que comete injusticia recibirá como recompensa la injusticia que practicó – y no importa quién sea, pues Él no hace acepción de personas (Colosenses 3:25), a fin de cuentas, es imposible que alguien diga que ama a Dios si tiene placer en cometer algo injusto (1 Corintios 13:6).

Por otro lado, la persona justa tiene incluso dificultad de oír relatos sobre actitudes tiranas y opresoras, pues rechaza vehementemente actos como esos. Además, vigila para no hablar y no cometer acciones semejantes, porque desea más y más tener el carácter de Dios.

Pero, si por ventura, en algún momento, el nacido de

Dios falla y, sin intención, es injusto con su prójimo, el Espíritu Santo lo conducirá al arrepentimiento y a la reparación de su error, pues su naturaleza espiritual no se alegra con lo que es malo e injusto, sino que se satisface con lo que es verdadero, honesto y puro.

Vivir siguiendo los Principios Divinos parece locura en un mundo donde falta rectitud moral e impera la ley de las ventajas sobre todo y todos, aunque eso culmine en el dolor y en la ruina de los demás.

La época en la que estamos viviendo exalta la fuerza, la venganza, la falsedad, el egoísmo, el individualismo y tantos otros males que se oponen a la Palabra de Dios. Sin embargo, incluso viviendo en una sociedad injusta, no podemos olvidarnos de que servimos a un Dios Justo (Salmos 89:14).

Sepa que no hay un solo día, una sola persona o una sola situación que se escape de la mirada del Altísimo, de Su Juicio y de Su justa retribución. Él ve todos nuestros actos, incluso los más secretos, y promete juzgar con perfección cada uno.

Continuara…

Mensaje substraído de: El Oro y el Altar (autor: Obispo Edir Macedo)

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