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El astronauta que utiliza tecnología vasca

El astronauta que utiliza tecnología vasca

Thomas Pesquet llegó a la Estación Espacial Internacional el pasado 24 de abril para pasar seis meses en la órbita terrestre inferior. El astronauta francés de la Agencia Espacial Europea (ESA) está compartiendo a través de las redes sociales diferentes momentos de su estancia en ambiente de ingravidez: animando a su selección en la Eurocopa, cocinando una crepe de chocolate o dando un par de caminatas espaciales. Más hermético se está mostrando a la hora de informar de los experimentos que está realizando de cara a diseñar el futuro de la exploración de la Luna y de Marte. Una de esas tecnologías que validar es española.

El programa de experimentos científicos y demostraciones tecnológicas que ejecuta Pesquet forma parte de la colaboración entre la agencia espacial francesa CNES y la ESA en nombre de sus socios de I+D, entre los que se incluye Tecnalia, centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico con sede en San Sebastián.

El brazo robótico vasco con interfaz háptica (comunicación entre hombre y máquina con sentido del tacto) ya ha demostrado su precisión en operaciones de cirugía neurológica o en el laboratorio nuclear de Idaho (EEUU). Ahora busca su hueco en el espacio.

El ensayo ha sido diseñado por el centro español, que ha proporcionado el software de control patentado, mientras que el CNES ha aportado la interfaz háptica y el hardware de realidad virtual.

Esta innovación facilitaría a los astronautas el desafío de controlar de forma remota el movimiento de dispositivos externos como una cápsula no tripulada o el gigantesco brazo instalado en el exterior de la estación y que sirve para capturar satélites o mover objetos y astronautas. Hasta ahora, este tipo de operaciones se realizan mediante joysticks y palancas arcaicas que carecen de sentido de las fuerzas aplicadas y que requieren de dos manos para completar los movimientos.

Joseph McIntyre, director de robótica médica de Tecnalia, explica cómo su tecnología está logrando adelantar a otras desarrolladas por compañías más poderosas: «Los robots quirúrgicos del mercado actual no reflejan al cirujano las fuerzas que las herramientas quirúrgicas están aplicando a los órganos del cuerpo; el cirujano debe confiar únicamente en la visión».

Según el investigador, el trabajo del centro español se centra en mejorar la destreza y el sentido de conciencia del cirujano mediante el uso de una interfaz háptica para restaurar el sentido del tacto y el esfuerzo mientras las herramientas se manipulan de forma remota.

El objetivo final es que esta tecnología permita al cerebro del operador combinar la información visual, cinestésica y de fuerza para coordinar lo que ve con la forma en que quiere reaccionar. Es decir, emular las mismas sensaciones que tenemos cuando levantamos un vaso, comprobamos la suavidad de un mueble lacado o giramos el volante del coche.

 

El experimento no sólo tendrá aplicación fuera de la Tierra. «Al probar a los astronautas en las inusuales circunstancias de ingravidez, comprenderemos mejor cómo la fuerza constante de la gravedad facilita la coordinación ojo-mano cuando están en tierra y podemos utilizar el conocimiento adquirido para diseñar mejores interfaces de usuario para su uso tanto en tierra como durante los vuelos espaciales», expone McIntyre.

Preguntado por cuáles son los límites de esta tecnología, el experto en robótica sostiene que el desarrollo de interfaces hápticas de nueva generación y la creación de métodos novedosos para utilizarlas abrirán nuevas oportunidades: «Imagina un cirujano en Donostia operando a un paciente en Tenerife o a un fisioterapeuta en la clínica aplicando terapia al paciente en casa. El límite se alcanzará cuando uno se sienta presente en un lugar distante no solo en términos de vista y sonido, sino también en términos de fuerza y esfuerzo».

Fuente de información: elmundo.es